Trekkers y alpinistas de toda condición acuden cada año al Techo del Mundo, algunos a echar un vistazo a la sugerente mole y otros con intenciones más ambiciosas, pero casi todos ellos se reúnen en el campo base de su vertiente sur, situada en Nepal, y por donde asciende la ruta normal a la cumbre de la montaña. Por encima de cinco mil metros se levanta una ciudad de lonas en la que hormiguean incesantemente gentes ávidas del hielo, de los paisajes y del cielo serrado por cumbres del Himalaya. Y el principal inconveniente de la masiva afluencia son los deshechos que se generan y que en muchas ocasiones se quedan en la montaña.
Los deshechos humanos son un problema, por supuesto, comenta Phinjo Sherpa, director de Eco Himal. Nosotros simplemente sugerimos la implantación de servicios públicos para su uso libre. Recomendación que, aunque escatológica y simple, podría allanar el camino de los que temporada tras temporada acuden a limpiar el Everest. Muchas expediciones ya cargan sus retretes pero los porteadores, por ejemplo, a veces no tienen otra opción que buscar el ventisquero más cercano.
Es prácticamente imposible imaginar cuanta basura permanece en el Everest, pero tras 50 años de actividad humana en franca progresión la montaña se ha ganado un apelativo poco cariñoso: el vertedero más alto del mundo. Fundaciones privadas como la que promueve la Eco Everest Expedition, que ha sacado de la montaña más de 13 toneladas de basura, 400 kg de residuos humanos y cuatro cuerpos desde 2008, son por ahora las que mantienen el pulso con la mala costumbre de no dejar nada nuevo en sus laderas.