Había pasado 16 años ausente. Tres lustros recorriendo África cuando sus pueblos y fronteras seguían siendo un misterio. Y ahora, en los salones de la Sociedad Geográfica de París, se celebraba su regreso, siéndole entregados diez mil francos como recompensa por ser la primera persona que lograba regresar de Tombuctú con una descripción de la ciudad. René Caillíe, francés, había entrado en aquellas enigmáticas murallas, en 1828, y volvía para contarlo, lo que no puede decirse de sus primeros visitantes europeos como el marinero Paul Jubert, vendido como esclavo, condición que ostentaría hasta su muerte, y Alexander Gordon Laing, de Trípoli, asesinado nada más ser expulsado de la ciudad.
Para 2014, más de un siglo y medio después, el explorador Ripley Davenport emulará a uno de los personajes que más han inspirado sus aventuras por desiertos como el del Gobi, que cruzaba en 2011. A pie, con una recua de camellos, recorrerá las 1.200 millas que se tragaron tantas ambiciones de los primeros exploradores del Sahara. Tres meses de travesía por uno de las regiones más áridas del planeta, sobreviviendo de forma autónoma y con provisiones que se aproximen a las utilizadas por Caillié en su expedición.
La fascinación por la historia, por el desierto y sus pueblos, motivación suficiente para una machada como las de antes.
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