Durante un intento por alcanzar el Polo Sur la embarcación noruega Berserk desaparecía entre los hielos del mar de Ross con tres de sus tripulantes. Ahora que las labores de búsqueda y rescate se han dado por concluidas intentaremos hacer un análisis en frío de lo sucedido, apoyado en las opiniones de algunos expertos expedicionarios y navegantes sobre esta singladura trágica y polémica.
El 22 de febrero, con los dos hombres de tierra ya desembarcados, el Berserk, con tres miembros a bordo, utiliza su baliza de emergencia, una señal desesperada desde las entrañas de una de las peores tormentas de los últimos 20 años. Vientos de 60 nudos y olas de hasta 8 metros terminan por ahogar la señal de socorro. Nada más se vuelve a saber del velero o su tripulación. Andhoy y su joven compañero abortan el intento al Polo Sur y logran alcanzar la base del estrecho de McMurdo, desde donde comienzan un penoso regreso a Noruega. Robert Skaane (34), Tom Gisle Bellika (36) y el sudafricano Leonard Banks (32) no tendrán esa oportunidad.
Ambiente implacable y labores de rescate
Según los datos del Rescue Coordination Centre de Nueva Zelanda, el Berskerk emitía su transmisión de auxilio desde 18 millas naúticas (33 kilómetros) al norte de la ba se Scott, el 22 de febrero a las 05:20 horas. Sin dilación, la nave neozelandesa HMNZS Wellington , que navega por la zona, comienza las tareas de localización sin éxito. A ellos, y según pasan los días, se unirán distintas embarcaciones como el Spirit of Sydney (también conocido como Professor Khromov) de la agencia Heritage Expeditions o el Steve Irwin de la sociedad protectora Sea Sheperd, que rastrea la línea costera del mar de Ross, las inmediaciones de la Isla Franklin y envía su helicóptero, pilotado por el norteamericano Chris Aultman, entre otras acciones en aquellas latitudes severas. El capitán del Sea Sheperd, Paul Watson, sentenciaba: A pesar de que nuestra búsqueda ha sido muy meticulosa y de que hemos agotado todas las posibilidades, no hay señales del buque o evidencia de los marineros desaparecidos. En pocas palabras, no había nada que encontrar. El Steve Irwin daba con un bote salvavidas, a 45 millas desde donde se emitía la señal de socorro, mientras que el contenido del bote aparecía, por separado, a tan solo 10 millas.
Críticas a la expedición
Cómo en cualquier situación límite que otros han padecido, opinar a posteriori sobre la conveniencia de ciertas decisiones es un asunto muy comprometido, aunque tras finalizar las acciones de rescate y dar por sentenciado al Berserk y a sus tres tripulantes malogrados, han sido muchas las voces (algunas realmente críticas) que han puesto en entredicho la capacidad del barco y su líder para afrontar la delicada singladura. Ya desde la Internacional Association of Antarctic Tour Operators (IAATO) subrayaban que el velero no poseía los permisos y autorizaciones necesarios para emprender la expedición. Entendemos que el Norwegian Polar Institute, como la autoridad competente, reporte al capitán y líder del Berserk a las autoridades judiciales por violar las regulaciones Antárticas, y apoyamos totalmente esta decisión, concluían en un comunicado posterior al cese de operaciones de rescate desde la IAATO. La expedición ni siquiera había seguido el protocolo de conseguir el permiso del Norwegian Polar Institute que les permitiría navegar más allá de los 60º sur, lo que confirmaba el oficial Jan-Gunnar Winther. El director de la Base Scott, Troy Beaumont, añadía: Aquí hay un montón de tratados que cumplir y ellos se las han arreglado para violar cada uno de ellos.
Algunos observadores independientes, como el patrón comercial Kevin Peat, de Auckland, que pudo observar la embarcación, coinciden en la inconveniencia de utilizar tal velero en un propósito del todo arriesgado, con el añadido de haber sobrepasado el límite de carga viable para una navegación segura. Tenían todo el material en el puerto y nosotros pensamos que no había manera de que lograran meterlo en el barco. Tras varios días, lentamente aunque sin descanso, lo consiguieron, recuerda Peat. Creíamos que era una broma, no se puede ir con todo ese equipo al océano, y mucho menos en aguas australes. El riesgo de zozobra era por tanto, a ojos de un marino curtido y con más concha que un galápago, peligrosamente elevado.
Simon Griffith, capitán de corbeta a bordo del Wellington, navío que participó desde los primeros compases en las labores de rescate, pudo ver la embarcación en la Back Door Bay, pareciéndole sólida aunque a pesar de ello se le informaba debidamente de la inminente presencia de mal tiempo.
Jarle también querría contra con la sabiduría de Skip Novak, quien cuenta con un cuarto de siglo de exigencia polar en su piel. He conocido bastantes soñadores que estaban terriblemente informados acerca de las cuestiones básicas sobre geografía y condiciones climatológicas, explicaba Novak a ExplorersWeb, una reputada página dedicada a informar sobre exploraciones desde lo profundo del mar a las incógnitas que guardan las estrellas. Novak también confirmaba los temores Don McIntyre: el mar de Ross no era ninguna broma y el Berserk sería una cáscara de nuez batiéndose contra los imponderables de una de las regiones más inclementes del planeta.
El responsable de la expedición del Berserk, Jarle Andhoy, sobre el que han recaído el peso de las críticas ha asegurado que hicieron su trabajo al 110%, afirmando que el Berserk no se trataba de un velero ordinario sino de un velero de expedición" idóneo para sus planes. "Imagino que aquellos que han puesto en entredicho la capacidad del barco lo que buscaban era un mínimo momento de gloria aprovechando el impacto de esta tragedia. La vida en el mar es un riesgo, continúa Andhoy, y en el mar de Ross el compromiso se incrementa, pero con buena preparación, una tripulación competente y el equipo y tecnología del que disponemos hoy es enormemente más sencillo navegar por aquellas aguas de lo que lo fue para los exploradores en días de James Ross. Jarle concluye: La naturaleza es la naturaleza, el mar da y el mar quita, y eso es algo que todos los de a bordo conocían bien.
Ahora Andhoy planea una nueva expedición al mar de Ross para ofrecer una ceremonia de despedida apropiada a sus compañeros. Nosotros nos quedamos con la reflexión de Ángel Sanz, director de la editorial Interfolio y amplio conocedor de los entornos polares y su historia: La naturaleza no entiende de progreso o civilización, es exactamente igual de imprevisible y agresiva que hace cien o mil años. Quién se confía, muere.