Mayo alumbraba sus primeros días cuando la cordada emprendía un viaje de seis días desde la base Kahiltna, esquiando por los alrededores del Mt. Foraker y alcanzado, a dos días de distancia, el Northwest Fork del Lacuna, donde la vista de la cara sur de una cumbre sin nombre (Peak 12.214), colmilluda cima del sistema que se extiende hacia el sur desde el Foraker. Durante su primer día y medio de tentativas lograban resolver casi 800 metros de escalada por el contrafuerte sureste hasta que las pésimas condiciones de la nieve, unas temperaturas que aguijoneaban la moral y una inminente tormenta les forzaba a regresar a su campo base en Kahiltna.
Tres días iban a pasar antes de que la escasez de comida y la ambición alpina les espolearan a un último intento, esta vez por una vía directa y menos técnica. La suerte les sonreía ofreciendo buena nieve y unas condiciones de hielo idóneas, llegando a su máxima cota alcanzada con anterioridad en menos de 5 horas, para seguir después por la arista cimera hasta la cumbre. 20 horas de ascenso y descenso, firmando una nueva ruta hasta la cima, en una montaña virgen, remota, inhóspita y endiabladamente hermosa. Al día siguiente regresaban a la base de Kahitlna en apenas 13 horas en una larga y dura jornada sobre los esquís.
Allen y Zimmerman bautizaban la montaña como Voyager Peak y daban nombre a cada una de las tres líneas que convergen en el mismo punto de la arista somital. Ambos reconocían disfrutar más con su actividad exploratoria que con la escalada en sí misma: Esto es lo más remoto que Graham y yo hemos alcanzado en Alaska, Allen dixit. Para nuestra sorpresa, la exposición de la lejanía remitía según nos íbamos sintiendo cómodos en este nuevo ambiente, permitiéndonos estudiar estrategias más atrevidas para nuestra escalada.