RAPELANDO:
La clave está en bajar nuestro centro de gravedad (como si te "sentaras"), tratando de lograr un apoyo lo más perpendicular posible a la roca, con el tronco recto y las piernas separadas (para mayor estabilidad) y flexionadas. Da la impresión de que te lanzas al vacío de espaldas, pero es mucho más peligroso pegarse a la pared, con lo que perderías apoyo, visión y control. Cuanto más perpendicular sea la fuerza que apliquemos a la roca, menos probabilidades de resbalar. Desciende con ligeros pasos, soltando la cuerda progresivamente y con suavidad. La mano por encima del ocho se utiliza para controlar el descenso, la de la cadera para controlar la velocidad. Si quieres frenar, pega el brazo a tu costado, presionando la cuerda contra la cadera.
SALTANDO:
Lo principal es medir bien la poza en la que vamos a caer, evitando coger carrerilla. En el aire hay que procurar mantenerse erguido, con las piernas juntas, y llevar las manos cruzadas al pecho. Si la poza es profunda habrá que abrir las piernas y brazos al hundirse para amortiguar la caída. Si no es muy profunda, lo mejor es encoger las piernas al hundirse para tocar el suelo con el culo (donde hay protecciones). El cuerpo en tensión ayuda.
DESLIZANDO:
Los toboganes naturales son el terreno en el que nos deslizamos, otra de las actividades más divertidas y que más taquicardias provoca en los guías. Los toboganes suelen ser rápidos y divertidos. La técnica consiste en dejarse llevar por el caudal boca arriba, con los brazos juntos y cruzados en el pecho y las piernas juntas y semiflexionadas, para amortiguar posibles golpes con las rocas.