La temporada de primavera en los Himalayas ya está prácticamente finiquitada, con el debate sobre el Everest más candente que nunca (en 1996 no existían las redes sociales, claro), y casi todas las expediciones de vanguardia regresando a casa. Bielecki y Berg fueron rechazados por la meteo antes de poder medirse al Annapurna. Peter Hamor y Horia Colibasanu no plasmaron su intención de abrir una nueva ruta en el Dhaulagiri. Y Topo Mena y Cory Richards también vieron sus ambiciones frustradas en el Everest. Pero todavía resiste un pequeño equipo en una enorme pared. Sung-Taek Hong no ha dicho su última palabra en la cara Sur del Lhtose y lanzará un postrer asalto a la cumbre, en compañía de cinco sherpas. Todos sus compañeros ya han vuelto a casa, pero el surcoreano siente una verdadera obsesión por hacerse con uno de los mayores tesoros alpinos que quedan en los ochomiles: una pared vertiginosa y arriesgada de 3.300 metros de pura incertidumbre.
La expedición lograba instalar su quinto campo de altura, tras dos meses de esfuerzos, a 8.400 metros (a sólo un centenar de metros de la cima) y posteriormente acometía un ataque que se frenaba a 7.700 metros por la nieve, el viento y una colosal avalancha que casi se los lleva por delante. "Lo más importante es volver con vida", exclamaba aliviada la albana-kosovar Uta Ibrahimi al regresar a la seguridad del Campo Base. El asturiano Jorge Egocheaga, uno de los alpinistas más sólidos del mundo y con los 14 ochomiles en su haber, también ha abandonado el intento.
Si la montaña lo permite, Hong tiene previsto hollar la cima para el 2 de junio. Tenemos por delante unos días emocionantes de alpinismo clásico batiéndose el cobre con "el gran proyecto pendiente del siglo XXI", en palabras de Messner.