Jim Bridwell, vacaciones en el infierno

In Memoriam.

Jorge Jiménez Ríos

Jim Bridwell, vacaciones en el infierno
Jim Bridwell, vacaciones en el infierno

Jim Bridwell fue un escalador monumental, de personalidad indómita y seductora, que dejó algunas de las grandes ascensiones que se recuerdan. Pero sobre todo fue el primero en lograr que la escalada pareciese tan jodidamente divertida. Con el sol de california calentando las lonas del Campo IV de Yosemite, y la música psicodélica inundando el valle, Jim “El Pájaro” Bridwell fue el principal motor de la filosofía hippie en la escena vertical, la llama de la contracultura en las décadas de los 60 y 70. Las cintas de Jimmy Hendrix hacían rebotar acordes contra aquellas oceánicas paredes de granito, se montaban fiestas alrededor de las hogueras, se consumían cantidades industriales de marihuana y, sobre todo, se daba pábulo al talento puro en las grandes paredes, mientras cierta magia gravitaba en ese bosque donde los rangers se veían superados por una fiebre a lo Woodstock.

La vida en Yosemite cambió drásticamente con la llegada de Bridwell al valle en 1962. El carismático americano iba a convertirse en un imperecedero icono de la escalada americana y global, gracias a sus audaces e imaginativas rutas de escalada. Más de 100 primeras ascensiones acreditan la fidelidad de Bridwell a la meca del Big Wall, incluyendo aquella portentosa ascensión a The Nose, en El Capitán. Casi un kilómetro de desafio vertical, por primera vez superados en una sola jornada. Corría mayo del 75, el mismo mes en que la japonesa Junko Tabei se convertía en la primera mujer en hollar el Everest.

“Mis mejores vacaciones son tu peor pesadilla”, llegaba a escribir el americano, nacido en 1944, y fallecido la pasada semana a causa de las complicaciones de una enfermedad que afectaba a sus riñones e hígado. Tenía 73 años. La filosofía aventurera de sus ascensiones acaparó la imaginación de todas las generaciones posteriores de escaladores. “El Pájaro” ha emprendido su último vuelo. "Aquellas cosas de tu vida en las que pones más energía acaban siendo parte de tu identidad. Hubiera sido muy difícil para los Rolling Stones dejar de tocar rock and roll, porque esa era la imagen que ellos tenían de sí mismos. Cuando convences a todo el mundo de que eso es quien eres, eso es precisamente quien eres". Jim Bridwell era la escalada.

Concibió una era mítica protagonizada por una suerte de “vagabundos” verticales que pasaban más tiempo en una hamaca en la pared que con los pies en el suelo. Nombres legendarios como John Long, John Bachar, Peter Croft o Lynn Hill no sonarían igual sin su influencia. La libertad de la escalada como defensa ante el nuevo orden mundial de corrientes económicas. Una cuerda y un radiocasete como armas. Y la más fulgurante inspiración como propulsora de un tiempo de rebeldes, de verdaderos guerreros de la roca ataviados con camisetas florales y bandanas.

Para los conocedores de las rutas más celebres del valle de Yosemite, allá van algunas de sus líneas más icónicas. Pacific Ocean Wall (1975), Sea of Dreams (1978), Zenyatta Mondatta (1981), todas ellas en El Cap, o Bushido (1977) y Zenith (1978) en esa mole impecable que es el Half Dome. Es decir, de sus yemas surgieron las más llamativas interpretaciones de lo que significa una pared de roca.

Ese espíritu rompedor y creativo sobre las paredes californianas, que también trasladó a Patagonia (primera ascensión en estilo alpino del Cerro Torre), no carecía de riesgos. Y Bridwell tuvo otra brillante idea: fundar el YOSAR (Yosemite National Park Search and Rescue Team), que no sólo ha salvado un considerable número de vidas desde entonces, también se ha convertido en un referente para todas las operaciones de rescate en la montaña.

Alaska o el Himalaya tampoco pudieron resistirse al empuje de ese mostacho que lucía Bridwell, y bastiones codiciados como el Pumori (primera ascensión invernal en 1982) sucumbían a sus fantasías.

Bridwell era un pedazo de historia con patillas salvajes. Alguien que no sólo cambio el juego, también la manera de entenderlo.  Así que si un día descubren su cara en una mancha de magnesio o en un saliente de roca, hónrenle como merece: cannabis, música setentera y a seguir soñando.