Protagonista de la primera ascensión nacional a un sietemil, a un ochomil y a la abrumadora Norte del Eiger, Josep Manuel Anglada (Barcelona, 1933), testimonio vivo de la historia de nuestro alpinismo, nos explica las claves de aquella primera española al mito de los Alpes, en el que además de la cumbre se descubrían los restos de los desaparecidos Rabadá y Navarro, dos de los más grandes escaladores de su generación, perdidos en aquella pared en un precursor intento por traer sus misterios dentro de nuestras fronteras.
Texto: Josep Manuel Anglada
En 1962 junto con Jordi Pons hicimos un primer intento a la Cara Norte. Llegamos hasta el Nido de las Golondrinas e hicimos vivac. Durante la noche se puso a nevar seriamente y por la mañana la pared estaba tapizada de blanco. Continuó el mal tiempo y nos vimos obligados a retroceder. La travesía Hinterstoisser, como suele, se mostraba chunga y delicada. Fue nuestra primera experiencia en una de las paredes más terroríficas del mundo.
En 1963 organizamos la Expedicion Catalana a los Andes del Perú (Cordillera Yauyos y Cordillera Huay Huasch, Siula Grande) y no tuvimos ocasión de ir a
los Alpes. El Eiger debía esperar, pero no demasiado.
Josep Manuel Anglada en la década de los 60.
Al año siguiente, junto con Pons, volví al ataque del Ogro. Cuando veo el material que utilizamos en aquella ocasión, se me ponen los pelos de punta. Unos
crampones fabricados por un amigo nuestro de Barcelona que se rompieron, afortunadamente, a la bajada de la cumbre; un martillo piolet corto que no tenía nada que ver con los artefactos que hay hoy en día y que son una maravilla de seguridad; un puñal de hielo que apenas penetraba el hielo duro... En aquellos años era lo que había y pensabas “¡qué material más moderno!”.
En el tercer glaciar descubrimos la mochila y el piolet de nuestros amigos aragoneses Rabadá y Navarro. A martillazos saqué el piolet de uno de los dos. Dejé la mochila, ya que se veía muy amarrada al hielo. Posteriormente aprovechando una conferencia que dimos en Zaragoza entregamos el piolet a "Montañeros de Aragón". Fue un acto emotivo, ya que eran amigos nuestros y dos escaladores de lo mejor de la época.
El tiempo nos respetó durante la ascensión, pero al salir del tercer helero ya se complicó. Hicimos vivac cerca de la cumbre y al día siguiente bajamos a Klein Scheideg. Tengo que decir que fue una ascensión larga, variada, que exige buscar la ruta, pero sinceramente disfruté mucho, ya que es el tipo de aventura que siempre he buscado y que más me satisface.