Maurice Herzog en el tiempo de los héroes

Jorge Jiménez Ríos

Maurice Herzog en el tiempo de los héroes
Maurice Herzog en el tiempo de los héroes

La exploración, tanto de los horizontes verticales como de los espacios inmaculados del mapa, es una cuna atemporal de héroes, de villanos, y de gente sencilla abocada a destinos maravillosos. Definir una época en el que el ser humano haya superado el ensueño de los elementos, en ese genial desconcierto de historias que nos ha dejado la sed de aventuras, es probablemente una tarea frívola. Pero sí que ha habido instantes suspendidos en el tiempo, que brillan como el farol al principio del camino, la huella germinal, la estampa misma de un futuro evidente. El 3 de junio de 1950, cuando al sol del mediodía Maurice Herzog y Louis Lachenal alzaban la bandera francesa en la cumbre del Annapurna, es sin duda uno de esos fuegos fatuos en la corriente de los años. Primera montaña de más de ocho mil metros doblegada por el hombre. La constatación de que lo imposible es una cuestión de tiempo. Y de fe. Una opinión esperando a ser rebatida.

Herzog perdía la batalla de los años el viernes 14 de diciembre de 2012, tras 93 inviernos, y los informativos franceses titulaban “La muerte de un héroe”. Lo fue, para su patria, y para las generaciones que encuentran en las montañas el punto desde donde sigue el curso de sus vidas. Hubo varias cumbres en su trayectoria: las batallas del lado de la resistencia durante la Segunda Guerra Mundial, su etapa ejerciendo de Secretario de Estado y Juventud, nombrado por Charles De Gaulle, o como alcalde de Chamonix. Pero sobre todo alcanzó los 8.091 metros, allí donde la “Diosa de las cosechas” se entrega al cielo, sin utilizar oxígeno suplementario, liderando una expedición en la que formaba la más elegante y eficaz generación de alpinistas galos: Terray, Rébuffat, Couzy...

Al Annapurna no le siguieron más grandes cumbres para Herzog, impedido por las severas congelaciones sufridas durante el descenso. “Una página se dobla… Una nueva vida empieza. Hay otros Annapurna en la vida de los hombres”, cita con la que liquidaba el relato de su ascensión testimonia la esencia de sus pensamientos. Habían sido colosos frente a la montaña, habían hecho historia. Y debía pasar el testigo.

Mientras sus coetáneos sembraban la semilla de un alpinismo respetuoso y modernista, Herzog legó algo igual de necesario: Annapurna, primer ochomil, ha vendido varias decenas de millones de ejemplares y se ha traducido a setenta idiomas. Es una de las narraciones ejemplares que ocupan un lugar inviolable en las estanterías y fantasías de los que serán, los que son y los que han sido devotos de las cimas. Un vibrante evangelio de sentimiento de la montaña. El tiempo de los héroes resiste así impávido en los calendarios. El tiempo de los héroes no puede disiparse porque siempre surgen llamas que lo conservan. ¡Larga vida al tiempo de los héroes!

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