Simone Moro: "Hemos tenido éxito porque tuvimos la oportunidad de fracasar"

Jorge Jiménez Ríos

Simone Moro: "Hemos tenido éxito porque tuvimos la oportunidad de fracasar"
Simone Moro: "Hemos tenido éxito porque tuvimos la oportunidad de fracasar"

El 26 de febrero se hacía historia de la aventura. Alex Txikon, Simone Moro y Ali Sadpara, con la imprescindible ayuda de Tamara Lunger, que se quedaba a cien metros de la cima, conquistaban por primera vez el Nanga Parbat en invierno. El último de los ochomiles, junto con el K2, que restaba por doblegar en la estación fría. Fue un logro común, tras casi treinta años de intentos infructuosos, acumulando conocimientos sobre la montaña y los límites humanos, rubricando ahora el sueño de lo imposible, para llevar a cabo una de las ascensiones más relevantes que se hayan hecho nunca.

Para el italiano Simone Moro esta es la cuarta montaña de ocho mil metros que holla en invierno, habiendo conocido el éxito en el Shisha Pangma (2005), el Makalu (2009) y el Gasherbrum II, en 2011. Con el Nanga Parbat, Moro retendrá el trono como el alpinista con más ochomiles ascendidos en esta rigurosa y severa forma de entender las montañas.

El Nanga Parbat invernal no es sólo una cuestión de fuerza, o de pericia, o de suerte. Es un compendio de todas las virtudes que necesita un alpinista, y las necesitas todas al mismo tiempo. Nada puede fallar. Más de 4.000 metros de ascensión desde el campo base, soportando tormentas, la reclusión en tiendas durante semanas, afrontando temperaturas que sobrepasan los cincuenta grados bajo cero, retos técnicos y mentales, peligro constante. Para sobrevivir se requiere de pura pericia alpina. Para alcanzar la cima hace falta algo más. Pero mejor nos lo cuenta el propio Simone Moro, con el que hablamos en su habitación de un hotel de Islamabad, mientras descansa, con la “montaña desnuda” formando ya parte perenne de su espíritu.

¿Cómo te sientes Simone?
Me siento satisfecho, muy satisfecho por esta maravillosa escalada. En total he pasado una cantidad de días en esta montaña equivalentes a un año de mi vida, y ahora he cumplido el gran sueño de ascenderla en invierno. Después de más de una década de intentos, me hace sentir absolutamente orgulloso de mí mismo y de mis compañeros Alex, Tamara y Ali.

Una vez nos dijiste que hay un 15% de posibilidades de ascender un ochomil en invierno con éxito. Ya llevas cuatro. ¿Cómo has aumentado esas posibilidades?
La razón por la que hemos tenido éxito ha sido porque hemos tenido la oportunidad de fracasar. Todos conocíamos la montaña con anterioridad y hemos podido aprender a lidiar con la mayor montaña del mundo, no la más alta, pero sí la más grande. No es una cuestión de ganar o perder, ya que hay muchas posibilidades de morir en esta montaña. Se debe tener la capacidad de entender la montaña y de entenderse a uno mismo y, sobre todo, saber cuándo parar antes de que sea demasiado tarde. La llaman “la montaña asesina”, pero a mí no me gusta esa expresión, ya que no es la montaña la que va a matarte, pero al mismo tiempo es la montaña la que establece las reglas y tú debes ser capaz de adaptarte a su naturaleza.

¿Qué significan para ti estos cuatro ochomiles invernales?
Esto puede hacerte parecer un alpinista muy fuerte, puede convertirte en un alpinista famoso, pero es mucho más importante el camino para llegar a esto.  Necesitas dinero tiempo y suerte para ello, como en cualquiera de los ochomiles en otra estación. Ascender los catorce ochomiles  ya no es un reto exploratorio, sirve para confirmar que otras catorce personas estuvieron allí antes que tú, como convertirse en una gloriosa fotocopia. Pero yo quería escoger mi propio camino. ¿Qué quedaba por hacer? Conquistarlos en invierno. Mi sueño era escalar un ochomil en invierno. Uno, porque con sólo uno ya se vería recompensada toda mi carrera alpina. Estos cuatro ochomiles en invierno son mis “14 ochomiles”.

¿El trabajo conjunto de los distinos equipos en la montaña es la constatación de que lo más importante es la solidaridad?
Sin duda. Absolutamente sí. Conocí a Alex Txikon en 2003 en el Broad Peak justo cuando regresaba de mi primera expedición al Nanga Parbat, así que nuestra amistad dura ya trece años. Nos hemos visto convertirnos en las personas que somos ahora. Con Tamara llevo unos años escalando de forma habitual y, ciertamente, era la primera vez que conocía a Ali Sadpara. Pero sabía de su relación con las montañas. Es la primera vez que un guía local, un pakistaní, hace historia en sus propias montañas. Nuestra relación, nuestra ascensión, ha progresado de forma natural, con respeto y con cariño por lo que hacemos.

¿Piensas en el K2?
No, debido a que cuando escalaba el GII mi mujer tuvo un sueño sobre que moría en un intento invernal al K2 y no pienso averiguar si estaba equivocada o no. Para mi estos cuatro ochomiles invernales son más que suficientes, son un privilegio.