Estoril, con la vista en el horizonte

Un panorama cercano y catedralicio para el turismo activo.

Jorge Jiménez Ríos / Fotos: Roberto Iván Cano

Estoril, con la vista en el horizonte
Estoril, con la vista en el horizonte

Es el extremo más occidental de la Europa continental, desde donde partieron las naves portuguesas hacia la tierra más allá del Atlántico en el siglo XVI. Hoy el contrapeso de la historia equilibra sus costas con la modernidad bien llevada, conjunto que ha sabido componer un panorama catedralicio para el turismo activo.

Texto: Jorge Jiménez Ríos / Fotografías: Roberto Iván Cano

A 20 kilómetros del aeropuerto internacional de Lisboa, caracterizada en estos días por la imagen de su casino, su circuito y otras indiferencias de la jet, Estoril se mantiene, como los viejos hombres que partieron a las Américas, con la vista en el horizonte. Estoril es mucho más de lo que nos han contado en reportajes cargados de glamour, galanes con palos de golf y señoras perdiendo pamelas a bordo de un descapotable. El viento atlántico allí hace volar más que sombreros bonitos: parapente y kitesurf son parte de una oferta que mezcla tablas con botas, caminos con olas y hasta paredes de roca para volver a casa con la goma de los gatos marcada por el salitre.

Naturaleza en construcción
Evitando el desgaste convencional de los entornos naturales cercanos a las grandes urbes, el Parque Natural Sintra- Cascais, no sólo permanece impoluto, sino que está descubriéndose como uno de los espacios con más posibilidades para el turismo responsable. Todavía en fase de optimización de rutas y llevándose a cabo tareas para su conservación, el Parque compensa la cercanía de la metrópoli lisboeta con un territorio diverso en ambientes y paisajes del extremo occidental del continente. Declarado por la UNESCO en 1995 como paisaje cultural Patrimonio de la Humanidad, en él se mezclan campos de dunas y bosques, con la línea costera que mira, desde lo alto, altivo, el afloramiento volcánico de la Sierra de Sintra, un edén antiguo que conserva algunas especies primitivas, como la saudade, flora endémica lusa.

En bici, a pie o incluso en un divertido segway, no pueden dejar de disfrutarse el dulce microclima local en entornos como los de la Laguna Azul o los senderos que divagan mirando los horizontes de Cruz Alta. Y, sobre todo, dejarse atraer por el magnetismo de las Montañas de la Luna o de arquitecturas imprescindibles y muy de literatura fantástica, como el Castillo de Pena.

Podemos atarnos los cordones para recorrer la costa desde Praia Grande hasta Cabo de Roca, contemplando el devenir del viento sobre los acantilados, buscando huellas de dinosarios y admirando las rocas jurásicas de Fojo Adraga. O comenzar por los caminos de montaña de Peninha, entre musgos y vegetación de otro tiempo, con las panorámicas de la playa de Gincho, la Roca del Oso o el Cabo Espichel.

Mirar al oeste
El mencionado Cabo de Roca es celebrado como el punto más occidental de la península ibérica. Por encima de los 38º de latitud norte y los 9 de latitud oeste, el cabo supone el final de la orografía de la Sierra de Sintra, dejando para la gravedad y el vértigo un acantilado de ciento cincuenta metros. Cerca, muy cerca, se encuentra una de las playas más fascinantes de Portugal. La Playa de Ursa, así bautizada por la formación rocosa que resiste los envites del Atlántico, es “must” entre lo salvaje y lo paradisíaco, de inevitable paso para conocer su escenario y su leyenda de osos, dioses y glaciaciones.

Mirar hacia arriba
Posibilidades para el disfrute visual y sacarle algo de rendimiento los gemelos, tenemos de sobra en el área de Estoril, pero si también queremos amortizar el gasto en magnesio, Cascais esconde una joya (bastante pulida) para los encadenes junto al mar. La oculta escuela de Farol da Guia, por la que conviene preguntar (se encuentra a 3 kilómetros del centro de la villa, antes de llegar a la playa de Guincho), cuenta con 11 sectores completamente equipados sobre buena caliza. Un centenar de vías explosivas, a 40 metros de la carretera y salpicadas por el oleaje, con longitudes de hasta 20 metros y cotaciones no bajan del sexto grado y, en algunos casos, coquetean con la octava dimensión. Los croquis de la zona se pueden conseguir con facilidad en la gasolinera que hay frente al faro.

Y si los cantos le dan pereza a nuestros antebrazos, podemos llevar nuestros ojillos a Sintra, para disfrutar de la adherencia del granito.

Mirar las olas
Uno de los factores que diferencian Cascais y Estoril y que probablemente más atraigan a las masas deportivas, son los deportes de agua. Surf, kite, SUP y demás derivados tienen un punto de encuentro descomunal en la playa de Guincho, que amén de unos espectaculares atardeceres, cuenta con viento y oleaje todo el año. Es curioso como a un par de kilómetros del casino y los salones de conferencias, el ambiente cambia exponencialmente. Huele a cera de tabla, suena a jolgorio y rompientes.

Una ventaja para los riders y gliders (el parapente es otra estupenda opción para contemplar esta playa que se abre al Atlántico), es el hecho de no ser precisamente un lugar para tomar el sol. El viento arrecia, las aguas son frías… el mar es para surfear. De arena fina y brillante, su acceso es sencillo en coche o en bici.

Ya dispuestos a disfrutar de la Nortada, cabe tener en cuenta que Guincho es el spot al que marcha sin cesar lo más granado de cada disciplina, pues sus condiciones son impresionantes, pero también exigentes. El viento puede superar la F4 e incluso acomodarse en la F6; las fuertes corrientes del Atlántico son a veces irresistibles y los acantilados que cierran Guincho y donde se empiezan a levantar las estribaciones del Cabo da Roca, han puesto en jaque más de un pellejo. Si queremos algo menos adrenalítico, se puede dirigir uno al norte, hacia Ericeira, donde existen opciones como Foz do Lizandro o la Praia do Matador, o bajarnos a las arenas de Carcavelos, acondicionada sin reservas, más multitudinaria y plagada de escuelas de surf.

Puestos a quedarnos en Guincho, cosa que recomendamos, siempre respetando a los locales (una cervecita en el Bar do Guincho ayudará), será ideal coger una de las habitaciones del Hotel Muchaxo, de ambiente juvenil y surfero, instalado sobre la playa y con una piscina abierta al mar que puede servir de patio de recreo hasta que llegue el momento de la tabla (o la vela). El hotel también sirve de punto de recogida de buena parte de las escuelas de la zona, como Kitesurf Adventures, dirigida por Laura Quiroga, con quien compartimos buenas y divertidas sesiones de Stand Up Paddle y que se ha ganado la reputación de ser una de las más prestigiosas escuelas de Kite de todo Portugal.

Elijamos la disciplina que elijamos, se recomienda prudencia: no hay embarcaciones de rescate en la zona.

Mirar al infierno
Si antes de llegar a la playa de Guincho notáis un calor especial, un sonido aterrador y cierto acongoje interno, no os preocupéis, habéis llegado al infierno. Formada por la erosión del agua de lluvia y la severa constancia del oleaje, esta gruta llamada Boca do Inferno es una parada excelente para el estremecimiento. Un monumento natural que arroja un sonido que aturde al romperse el océano contra una roca milenaria que en los días de temporal puede resultar una tortura sonora que disfrutar. Este masoquismo privilegiado se compensa con una panorámica espectacular a la que se puede llegar sobre la bicicleta, rodando por el carril bici que se extiende por el Parque Nacional.

Si acompañamos el paseo por esta orografía maltratada por los vendavales del oeste con la música de Heredeiros da Crus, no dejemos de recordar estas estrofas: POIS NON É A BOCA DO INFERNO / AINDA QUE ALJÚN LLE TEÑA MEDO / É A COUSA MÁIS RICA DO MUNDO / E O VISIO QUE CHE DA MAIS JUSTO.

Mirar... y mirar
Así, la costa que serpentea desde Lisboa hasta Ericeira es un caleidoscopio variado y con equilibrio para encontrar nuestro rincón (o todos ellos) según el tipo de outdoor que nos atraiga en nuestra escapada. Naturaleza variopinta que podemos mezclar con la cultura y gastronomía de villas encantadoras y acogedoras con el viajero como Cascais. Pasar del sol de la playa a la sombra de los bosques, de patear el granito a dejarse las yemas en cazos de caliza, o devolver la siempre admirable mirada de la naturaleza con ese gesto nuestro tan necesario que es contemplarla desde la humilde visita del deportista, consciente siempre de que el impacto puede ser menor que el granito de arena que aportemos para promover la conservación de un entorno que la ciudad ha respetado hasta ahora, a pesar de compartir sus fronteras. Desde Estoril podemos poner la vista al horizonte. Es más, debemos.

 

GUÍA PRÁCTICA - MÁS INFORMACIÓN
Turismo de Estoril
Avenida Clotilde, Edifício Centro de Congressos, 3º A 2765 - 211 - Estoril
Tel: ( 351) 214 647 570
Fax: ( 351) 214 647 576
info@turismoestoril.com
estoril-portugal.com

Hotel Muchaxo
El Muchaxo se encuentra frente al océano, en la playa de Guincho. Cuenta con un restaurante con hermosas vistas al Atlántico. Su piscina exterior combina de forma elegante con las ruinas de una fortaleza del siglo XVII. Disfruta de su ambiente surfero y de los atardecers de la playa.
Praia do Guincho, 2750-642 Cascais.
( 351) 21 4870221 / 342
info@muchaxo.com
muchaxo.com

Agape Aventura
Además de las rutas a pie o en bici, puedes lanzarte al agua para practicar piragüismo, rafting o snorkeling. Mucha aventura por explotar.
Av. da República, 311 - 4º B - 2775-273 Parede
351 919 393 113
agape@grandeaventura.pt
grandeaventura.pt

Kitesurf Adventures
Olas no van a faltar en la playa de Guincho. Azotada por los vientos del Atlántico es un patio de recreo (aunque para tomárselo en serio) para todo tipo de deportes naúticos. Del surf al buceo. Recomendamos, claro, unas primeras sesiones de mano de los especialistas, para tener claras las exigencias de la zona.
351 913 121 606 • 351 962 262 879
kitesurfadventures.com.pt
info@kitesurfadventures.com.pt