De profundos valles a remotos desiertos. De frondosas vegetaciones a desafiantes pasos a 5.000 metros de altitud. De místicos sufís a monjes budistas. Un viaje por el norte de la India con un total de 1.540 km y 32 días: el Himalaya indio en bicicleta.
INTRODUCCION
El norte de la India es una región que descansa en las faldas de la cordillera del Himalaya, donde confluyen tres de las religiones más importantes del mundo: hinduismo, budismo e islamismo. Se trata así de una zona con una rica variedad étnica: Los agrestes valles de Kinnaur, Spiti y Lahaul con influencias tibetanas e indoarias, el remoto Ladakh, conocido también como el pequeño Tíbet, y el verde Kashmir, un área marcada por históricas batallas atenuadas ahora por la calidez de su gente. Todos ellos configuran un escenario exigente pero recompensante, permitiendo rozar el cielo desde el sillín de una bicicleta.
INTRODUCCION
KINNAUR Y SPITI
Welcome to India, my friends”. Estas son las palabras del taxista suicida que nos lleva a Shimla, punto inicial de nuestra ruta, después de pasar un par de días en la caótica Nueva Delhi, capital del país. Es la introducción perfecta al manual de supervivencia en bicicleta por la India. Shimla es la capital del estado indio de Himachal Pradesh, distrito que se abrió a los extranjeros en 1989. En él predomina la religión hinduista, al igual que fuertes creencias y valores culturales. Nos encontramos en el valle de Kinnaur, muy cerca de la frontera con el Tíbet, y nuestro alrededor rebosa de color verde. Estamos en una tierra de profundos valles y miradas de facciones orientales. Tras el deleite de observar las violentas agresiones de algunos monos a los coches que se cruzan en su camino, comenzamos la marcha. Una fina capa de lluvia nos acompaña durante las primeras jornadas de pedaleo. Viajamos ligeros de equipaje y, aún así, los músculos se quejan de las fuertes pendientes que cubrimos diariamente. Sin embargo, no es lo único que sufre. El famoso picante de la comida india ya ha empezado a hacer estragos en nuestros estómagos. Tras 105 km en las piernas y un último puerto de 17 km, hoy descansamos en el templo Bhimkhali, en Sarahan, uno de los más atractivos de la región. Por vez primera probamos comida tibetana: momos (empanadas de carne y/o verdura), chowmein (espaguetis) y chai (té). Llegamos a Reckong Peo con la obligación de tramitar el Inner Line Permit, un permiso necesario para cruzar determinados tramos de nuestra ruta debido a su proximidad con el Tíbet. Desde aquí gozamos de unas vistas increíbles del Monte Kailash (6.638 m), la Montaña Sagrada.
Desayunamos tortilla y chapatti en una dhaba (restaurante de carretera) y dejamos atrás Pooh. El camino se encuentra en muy mal estado por los numerosos aludes de las últimas semanas, así que tenemos que esperar unas horas a que las máquinas retiren las rocas más grandes que cortan el paso. Poco después un cartel nos señala el inicio del valle de Spiti. A diferencia del Kinnaur, en Spiti reina el budismo, y eso se traduce también en la arquitectura y el diseño de sus hogares. Muestra de ello es la famosa gompa de Tabo, uno de los monasterios budistas más antiguos del mundo, de 996 AD. El paisaje es espectacular, a lo lejos se divisa una imagen de postal: Ki Gompa, un monasterio budista a casi 4.000 m de altura situado encima de una colina. Salimos de Kaza y Marc, mi compañero de viaje, está sin fuerzas. Lleva dos días comiendo arroz y bebiendo agua, pero la diarrea no cede. Aún así, conseguimos coronar el Kunzum La (4.500 m) y asombrarnos con una panorámica increíble. Decidimos desviarnos del camino principal y tomamos un estrecho sendero que nos conduce al lago Chandra Tal (4.300 m), un pequeño oasis turquesa en medio del corazón del Himalaya. No llevamos tienda ni esterilla, pero en la orilla del lago vemos que las alquilan y preparan comida. Por 6,5€ por persona tenemos techo donde pasar la noche, comida, cena y desayuno, aunque el arroz con dhal (lentejas) sea siempre el plato único. ¡No está nada mal! Con la barriga llena y un chai que nos hace entrar en calor, pasamos por una sección catalogada por muchos como “una de las 10 peores carreteras del mundo”. Lo de carretera es puro formalismo, pues se trata de un cúmulo de rocas y piedras inundadas por el río Chandra. Nunca antes sufrí de esta manera en un tramo de 60 km hasta Gramphoo. Con más pena que gloria conseguimos dejar atrás Chhatru y, aún empapados del aguacero matinal, nos alojamos en un modesto guest-house regentado por un chico nepalí de 18 años. Hoy dormiremos en una cama de piedras con un par de sacos de cebollas como colchón y unas enormes ratas que hacen de esta comunidad de cuatro barracones un lugar menos solitario.
KINNAUR Y SPITI
MANALI–LEH HIGHWAY
Desde que la Manali-Leh Highway se abrió a los extranjeros en 1989, muchos ciclistas la consideran como uno de los trayectos más espectaculares del mundo. El escenario por el que transcurre es épico, y los desafiantes pasos de montaña por encima de los 5.000 m de altitud le otorgan una aureola mística.
“Con el estómago lleno todo se ve mejor” decimos después del día de descanso en Keylong. Éste será el último pueblo con productos de lujo como mermelada, pan de molde o zumo de frutas que encontraremos hasta llegar a Leh, a unos 450 km de distancia, un buen revulsivo para afrontar con garantías los dos grandes puertos de montaña que nos esperan. A diferencia del tramo anterior, ahora las carreteras tienen un asfalto excelente. A nuestro alrededor, montañas tintadas de verde y pastores nómadas Gaddi con su ganado en busca de neeru, una hierba extremadamente nutritiva. Esta ruta está abierta sólo entre cuatro y cinco meses al año debido a la presencia de la nieve, y algunos lo aprovechan para ofrecer una humilde posada a los camioneros que abastecen la región de productos básicos y a cuatro viajeros que surgen de la nada, de manera que al dejar atrás el Baralacha La (4.918 m) nos quedamos en Zing Zing bar, el campamento de tiendas de campaña que yace al lado de la carretera.
Por fin entramos en el Ladakh, la tierra de los lamas. Y lo hacemos impolutos, con un chapuzón en el río Bhaga (4.408 m). El cansancio es notable tras completar el Gata Loops, la versión himalaya del Alpe d’Huez, y coronar el Nakeela La (4.937 m). Pero el plato fuerte de hoy es el primer cinco mil, el Lachulung La (5.007 m). Aquí arriba la cantidad de oxigeno es menor, pero la buena aclimatación que llevamos hace que no suframos los síntomas del mal de altura. Poco después cruzamos las Morei Plans, una vasta extensión árida que nos recuerda a un desierto de páramo. Cuando nos detenemos en una dhaba para tomar un té, nos comentan que en un desvío a pocos kilómetros encontraremos un par de tiendas de campaña, cerca del lago Tso Kar. Ahí pasaremos una noche estrellada junto con algunos nómadas de Chang-Pa (región de Rupshu), sus curiosos yaks y alguna que otra cerveza.
Con la energía de una ración doble de arroz, chapatti y chai, ponemos rumbo hacia el segundo paso ciclable más alto del mundo: el Taglang La (5.359 m). Tras 4 horas y 27 km de subida llegamos a la cima, un momento que no olvidaremos fácilmente. Las banderas tibetanas se mueven ferozmente al ritmo de un fuerte viento, que llena de plegarias las telas de colores. Cuando empiezan a caer las primeras gotas en forma de granizo acordamos que es hora de proseguir la marcha. Hasta Leh el trayecto es llano y está en buen estado, factor importante puesto que la rueda trasera de mi bicicleta tiene dos radios rotos. A medida que perdemos altitud parece que entramos en otra región. A diferencia del paisaje árido de los últimos días, ahora encontramos un Ladakh con valles verdosos y pequeñas casas blancas, con el techo de paja y las paredes de adobe. El color turquesa del río nos da la bienvenida al valle del Indus. La mayoría de sus habitantes son tibetanos y la religión predominante es el budismo. Llegamos a Leh, capital del Ladakh, la base para realizar excursiones a las montañas de Zanskar o a los lagos Tso Moriri y Pangong Tso, cercanos a la frontera tibetana. Tras subir al Castillo Tsemo, pasamos un par de días recuperando energías a base de pizzas, un sinfín de pasteles y chais. Aprovechamos también para arreglar los radios rotos y cambiar las zapatas de freno. En principio Leh era el destino final del viaje. Sin embargo, como estamos físicamente bien y aún nos quedan unos días de margen, decidimos alargar la ruta hasta Srinagar, el corazón del Kashmir, una tierra marcada por las tensiones políticas entre India y Pakistán años atrás.
MANALI–LEH HIGHWAY
LEH–SRINAGAR HIGHWAY
El Kashmir es una región actualmente dividida entre India, Pakistán y China, un foco de inestabilidad política en los últimos años. Cuando India se independizó del Reino Unido en 1947, sus territorios de población de mayoría musulmana se segregaron a su vez para constituir el estado de Pakistán. La excepción fue el principado de Kashmir, hecho que explica la gran diversidad étnica y cultural de esta región extremadamente militarizada. La sequedad del paisaje y el sofocante calor (38ºC) nos acompañan durante buena parte del recorrido. El único verdor que apreciamos lo tiñe el famoso río Indus. Sobre el mapa aparecen dos caminos para llegar al bonito pueblo de Lamayuru y sus monjes budistas: la carretera principal o un viejo sendero llamado “Jalebi Bends”. Como la cabra siempre tira para el monte, la decisión está tomada. ¡23 son las curvas que hacemos hasta la cumbre, por encima de los cuatromil! Entre caminos de arena y convoys militares alcanzamos el paso más alto de este tramo: el Fotu La (4.105 m). Descendemos y no vemos ningún lugar donde hospedarnos. Preguntamos a los militares pero no saben qué respondernos. De repente un autobús local se detiene a escasos metros de nuestras bicis y pregunta cuál es el problema. Hablamos con el conductor y nos dice que podemos ir a su casa. Pequeños detalles que justifican el esfuerzo realizado en este viaje. Tras cruzar modestos pueblos con casas de barro y paja, llegamos a Kargil y la emoción se hace tangible. Aquí tuvo lugar la Guerra de Kargil en 1999, un conflicto armado entre India y Pakistán que derramó mucha sangre, aunque ahora no se percibe signo de tensión alguno.
Quienes tampoco pasamos desapercibidos somos nosotros. Multitud de ojos verdes escondidos entre burkas nos observan tímidamente, mientras que con menos pudor lo hacen los vendedores de té de los bazares de la calle principal. Están sorprendidos, ya que pocos turistas deciden hacer parada en esta ciudad de paso. Aprovechamos para probar la comida típica de la zona, como la goshtaba (albóndigas de carne de cordero) o el yakhni (cordero asado con yogur), con el denominador común del picante.
Hoy es un día duro. El viento en contra es tan feroz que incluso en las bajadas nos vemos obligados a pedalear. El polvo que levantan los convoys nos dejan rebozados de pies a cabeza. Con todo, pasamos a pocos kilómetros de la frontera con Pakistán y las señales de “you are under enemy observation” (estás bajo la observación del enemigo) le otorgan un aire inhóspito al escenario. Afortunadamente la proximidad de la gente local suaviza esta tierra marcada por años de enfrentamientos militares. Muchos de ellos provienen de Pakistán y son de piel blanca, ojos verdes e incluso de pelo rubio. Se denominan brokpas, y más tarde nos contarán que gran parte de la población kashmiri tiene raíces indo-arias que se remontan a las migraciones de tiempos pretéritos. Sin lugar a dudas, la gente más hospitalaria y cálida que encontraremos en todo el viaje.
Entramos a Drass con el sonido de fondo de la llamada a la oración proveniente del minarete. La calle principal del pueblo está revuelta, abarrotada de coches pitando. Nos comunican que el Zoji La (3.545 m), último paso de montaña antes de llegar a Srinagar, está cerrado por aludes. Durante la noche anterior ha habido ni más ni menos que 18 desprendimientos, y se desconoce la apertura de la carretera. Ante la incertidumbre, decidimos ir a la cama temprano y esperar a que mañana haya suerte. El sol radiante de las 7 AM es un buen augurio. Nos informan que el tráfico se ha reabierto y reiniciamos la marcha. Por delante tenemos el valle de Sindh, capitaneado por dos glaciares inmensos a ambos lados del camino. Con frecuencia nos detenemos a hablar con pastores nómadas de tan solo 10 años, cuya habilidad para liderar los rebaños de ovejas es sorprendente. De Sonamarg emprendemos un vertiginoso descenso que nos lleva hasta la caótica ciudad de Srinagar, final del viaje. Abandonar la serenidad de las montañas para sumergirse en la anarquía de las ciudades indias es un ejercicio que requiere de toda nuestra paciencia. Srinagar, capital del estado de Jammu-Kashmir, es famosa por sus jardines, lagos y ‘barcos-casas flotantes’. Tras sortear los mil y un ofrecimientos de los dueños de dichas casas flotantes, optamos por quedarnos en el lago Nagin, a unos 6 km del centro, lejos del lago Dal, el más concurrido. Una buena decisión, puesto que gozamos de una tranquilidad inaudita hasta entonces. Aún tenemos tres días de margen antes de volar a Nueva Delhi y elaboramos un plan de vida de lo más perfeccionado: las mañanas, en el trepidante Ganderbal Market observando la pericia comercial de los locales, y las tardes leemos y tomamos té en la terraza del barco flotante con vistas al lago Nagin. El viaje llega a su fin y los recuerdos del Himalaya permanecen imborrables en nuestra mente. Nos despedimos de la cordillera más alta de la Tierra con las alforjas llenas de cálidas sonrisas y paisajes oníricos. Pero, sobre todo, con la certeza de que algún día volveremos a pedalear por las montañas sagradas del Himalaya.
LEH–SRINAGAR HIGHWAY
GUÍA PRÁCTICA
- CUÁNDO IR
La ruta sólo está abierta durante los meses de verano (de mayo a octubre),el resto del año está cerrada debido a la nieve. Prepararse para lluvias abundantes en la parte sur del Himalaya, cerca de Shimla y Manali, y temperaturas frías por la noche en Ladakh y Kashmir.
- CÓMO LLEGAR
Si se aterriza en Nueva Delhi, es fácil encontrar un autobús con destino a Shimla (15€). Los autobuses parten de Kashmiri Gate y suelen poner las bicis en el techo. Asegurarse de amarrar bien la bici para que no se mueva. De Srinagar a Nueva Delhi hay vuelos entorno a los 60€. También hay autobuses y trenes.
- MAPAS Y RUTAS
En nuestro viaje recorrimos 1.540 km, nos llevó 32 días incluyendo jornadas de descanso y fue muy fácil de seguir. El primer tramo de la ruta transcurrió por los valles de Kinnaur y Spiti. Fuimos de Shimla a Gramphoo pasando por Reckong Peo, Tabo y el Kunzum L. En el segundo hicimos la famosa Manali–Leh Highway, desviándonos al lago Tso Kar y subiendo luego el Taglang La (5.359 m). En el tercer tramo recorrimos el Kashmir, de Leh a Srinagar pasando por Lamayuru y Kargil. A su vez existen desvíos interesantes que llevan a pequeños poblados o espectaculares monasterios. Seguimos las rutas y los mapas del libro Himalaya by bike de Laura Stone. También llevamos un mapa de senderismo del Himalaya indio de terraQuest 1:350.000.
- CONDICIONES DE LAS CARRETERAS
La mayoría de las pistas son bastante buenas con un asfalto o grava decente, pero en algunos tramos pueden convertirse en una pesadilla. Muchos catalogan la sección entre Kunzum La y Gramphoo (en el valle de Spiti) como “una de las 10 peores carreteras del mundo”: un cúmulo de rocas y piedras inundadas por el río Chandra. De ahí en adelante el terreno mejora sustancialmente.
- EQUIPAMIENTO
Llevar una bici robusta o de montaña fácil de reparar. No es necesario llevar hornillo de gasolina ni tienda de campaña, pero sí un buen saco de dormir, puesto que las temperaturas nocturnas hielan el mercurio. Un filtro de agua y/o pastillas potabilizadoras nos ahorrarán de beber un montón de agua embotellada.
- ALOJAMIENTO
Hay alojamientos básicos a lo largo de toda la ruta: hostales, templos, monasterios, guest-houses y tiendas de campaña de los nómadas. En algunas zonas son muy esenciales, pero lugares donde pernoctar existen.
- AGUA Y COMIDA
Es fácil encontrar agua y comida en el transcurso del recorrido. Incluso en los pueblos más remotos existe alguna tienda de víveres o una dhaba (restaurante de carretera). Lo más frecuente es el dhal rice (arroz con lentejas). Atención con la comida picante: ¡es capaz de destrozar un estómago en cuestión de horas!
- VISADO
Es necesario sacarse un visado antes de ir a la India. Los trámites se realizan a través de una agencia privada.
- VACUNAS
La vacunación en India no es obligatoria pero sí recomendada. Se aconsejan las vacunas Hepatitis A y B, la antitetánica y la fiebre amarilla. Como nosotros fuimos al norte en zonas de gran altitud, no tuvimos problemas de mosquitos (malaria). Para otras zonas del país consultar con un médico.
GUÍA PRÁCTICA